Miré al frente. Se siente raro, músculos que normalmente no estiro, elongan. Una pared amarillo pálido, triste, incómoda, torcida. Todas las semanas el mismo escenario y sin embargo recién ahora me doy cuenta de lo desencajada que me siento, como si en este mismo momento tubiese que estar en otro lugar, donde pueda ser yo. Una lucesita roja que se prende. ¿Qué hago acá? Estoy viva.
Un silencio lleno de ruidos se interrumpe. Escucho algo, lo siento. Todo mi cuerpo me está hablando, tengo conciencia. Tengo conciencia de mis pies, estan helados. Tengo conciencia y se enfrian aún mas.
Un segundo, sigo en el vértigo. La gente con poder se pone a prueba. No soy razonable, me acostumbré a la desercion, a no acostumbrarme. Como Melquíades, el gitano, había estado en la muerte, en efecto, pero habia regresado porque no pude soportar la soledad.