La sinceridad nunca se me dio bien. No por falta de voluntad más que por falta de claridad.
Yo tampoco quiero quererte, y el mensaje que me mandaste (ahora pienso) creo que era más mío que tuyo.
En épocas de decepciones y enojos siempre me pareció que lo mejor era desaparecer. Como si pudiese ausentarme de mí.
Y es que pienso que en definitiva, dejar de compartir con otres se parece bastante a dejar de ser.
Creía que el problema se terminaría cuando por fin lograra dejar de buscarte en cada rincón de lo que me acontecía. La cuestión es que ahora, ya no sé qué buscar. La presencia de tu ausencia constante se transformó en un vacío en el que me imagino incompleta. Ese hueco que supo tener tu forma ahora no se parece a nada, a nadie. Es mi tarea moldearlo, y es la primera vez que tengo esa oportunidad (victoria o desgracia, el tiempo dirá).